viernes, 6 de febrero de 2015

ABDEL THE GREAT


`Abdel´. Óleo-lienzo. 35x24 cm. (en proceso)


       El cuadro representa uno de los momentos previos a la entrada en boxes en una carrera nocturna de Madrid del verano pasado. En la imagen, Jeremy nos mira como diciendo: "¡Eh, tíos, éste está que se sale!". Ante lo acontecido meses atrás, para el aficionado era una incógnita saber cuál era el estado de salud de Abdel y cómo estaba, no sólo aquella noche, también y sobre todo de cara al que iba a ser su gran reto unas pocas semanas más tarde: la Copa de Oro.

            El Duque parecía seguro de sí mismo y del gran Abdel, aunque transmitía prudencia ante las cámaras de TV y comentaba que aquella carrera nocturna le serviría para ver cómo se encontraba el caballo y cómo se recuperaba del esfuerzo antes de confirmar o descartar su participación en la cita del 15 de agosto.

            Aún recuerdo cómo aluciné al verlo en el paddock de Donostia. Abdel miraba a ambos lados, movía la cabeza al son de cada pisada, firme, orgulloso, y a lo McArthur en Filipinas transmitía la sensación de que había vuelto.

            Su segundo puesto puso en pie al público, y de qué manera. Vibramos con la victoria de Narrow Hill, lamentamos la carrera de Celtic Rock y sobre todo fuimos conscientes de que Abdel había empezado a escribir el borrador de una nueva hoja de gloria en la historia de nuestro Turf. Un aficionado enferborizado alzaba al aire su Heineken y gritaba: "¡Ya os lo decía yo!" y se atrevía a asegurar: "¡Hala, ya sabéis quién no va a correr el Gobieno Vasco, el Duque lo retira fijo, hacedme caso!". Lo demás es historia. Abdel remató la faena y terminó de escribir el capítulo del épico doblete.

            El cuadro también tiene su historia. Éste es el segundo intento, el primero se quedó a medio camino por problemas técnicos. Debido a un exceso de resina en la mezcla que utilizo como medio para pintar, habían aparecido zonas brillantes en puntos del cuadro que causan problemas difíciles de resolver. La única solución fue la tan temida vuelta a empezar de cero, acompañada de unos cuantos improperios dedicados a mí mismo por no haber tenido más cuidado.

            Cuando me encontraba inmerso en el proceso de trabajo de la primera versión del cuadro, recuerdo haber estado tratando de reducir el tamaño de la cabeza de Abdel una y otra vez, apretando los dientes y corrigiendo con el pincel como si de una rienda se tratara. Cada vez que me alejaba del cuadro para ver su evolución creía que se me iba la proporción de la cabeza,  pero cuando volví a verlo en el paddock,  me dije: "Tranquilo, es así". Menudo portento físico.

            Pues eso, Abdel, el grande.


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